
El papel de la Real Academia de Bellas Artes: los primeros manuales de dibujo académicos
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Durante el siglo XVIII y buena parte del XIX, la enseñanza del dibujo en España experimentó un proceso de institucionalización sin precedentes. En este contexto, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando jugó un papel central en la formación de los primeros ilustradores profesionales, legitimando el dibujo como disciplina intelectual y fundando los cimientos de una tradición académica que perdura hasta hoy.
La fundación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando fue fundada en 1752 por iniciativa de Fernando VI, dentro del marco reformista de los Borbones. Inspirada en las academias italianas y francesas, su objetivo era formar artistas que contribuyeran al embellecimiento del reino y a la elevación cultural de sus ciudadanos. Desde su inicio, la institución se organizó en torno a la enseñanza sistemática del dibujo, considerado la base de todas las artes visuales: pintura, escultura, arquitectura y grabado.
Uno de los principios fundamentales de la Academia era el de "dibujar con ciencia". El dibujo no se concebía como una mera habilidad artesanal, sino como una herramienta de conocimiento racional y de representación precisa del mundo. De ahí que se diera tanta importancia al estudio del cuerpo humano, de la geometría, la perspectiva, la anatomía y la proporción.
Los primeros manuales de dibujo y su función pedagógica
Para facilitar el aprendizaje, se promovieron manuales y series de láminas didácticas que sistematizaban el dibujo académico. Estos manuales incluían desde ejercicios de copia de modelos clásicos y geometría elemental hasta estudios anatómicos y composiciones completas. Algunos eran traducciones o adaptaciones de tratados franceses e italianos, pero otros fueron creados por profesores españoles dentro de la propia Academia.
Uno de los más destacados fue el Curso completo de dibujo de José de Madrazo, que se utilizó durante décadas. Otro referente fue el trabajo de Juan Bernabé Palomino, responsable de muchas de las láminas que circularon en la institución. Estas publicaciones no solo normalizaban el proceso formativo, sino que también ayudaban a homogeneizar el estilo de los ilustradores académicos en todo el país.
Las láminas y cuadernos de dibujo académico también cumplían una función simbólica: representaban la entrada del estudiante en un mundo regido por el orden, la jerarquía y la corrección formal. Su dominio era signo de profesionalidad, rigor y adhesión a los cánones del buen gusto clásico.
El ilustrador académico: formación y funciones
El proceso de formación en la Academia estaba dividido en niveles: desde principiantes que copiaban moldes y relieves, hasta alumnos avanzados que realizaban composiciones propias o colaboraban con maestros en obras mayores. El itinerario incluía dibujo del natural, copia de esculturas clásicas, modelos vivos y estudios de perspectiva y ornamentación.
El grabado y la ilustración formaban parte del currículo como disciplinas aplicadas. No se trataba solo de formar artistas para la pintura o la escultura, sino también de dotar al Estado, a las imprentas y a las instituciones científicas de profesionales capaces de ilustrar libros, mapas, láminas botánicas y documentos oficiales.
Entre los ilustradores formados en la Academia se encontraban figuras como Manuel Salvador Carmona, José del Castillo o Antonio Carnicero. Estos artistas combinaron el trabajo en libros y estampas con cargos oficiales, participando en proyectos institucionales como las expediciones científicas, las ediciones de lujo y los retratos reales.
La Academia y su influencia en otras instituciones
El modelo de la Real Academia de San Fernando fue replicado en otras ciudades, como Sevilla, Valencia o Barcelona. En muchos casos, antiguos alumnos de la Academia madrileña fueron los encargados de fundar o dirigir estas instituciones, extendiendo sus métodos y valores.
Además, el sistema académico influyó directamente en las enseñanzas técnicas, los colegios militares, las escuelas de ingeniería y arquitectura y los centros de formación de oficios. En todos estos ámbitos, el dibujo era considerado una competencia básica, y el estilo académico era sinónimo de precisión, orden y autoridad visual.
La Academia también acumuló un valioso fondo de dibujos, grabados y vaciados en escayola que sirvieron como repertorio de modelos. Muchos de estos materiales todavía se conservan y son utilizados en estudios sobre historia del arte y la ilustración.
Tensiones, críticas y evolución del canon académico
Aunque el sistema académico consolidó la profesión del ilustrador y elevó su estatus social, también fue objeto de críticas. Ya en el siglo XIX surgieron voces que denunciaban el excesivo formalismo, la rigidez de los modelos y la falta de libertad creativa.
La llegada del romanticismo y la aparición de nuevas corrientes artísticas pusieron en cuestión los principios clasicistas de la Academia. La ilustración moderna empezó a buscar una expresividad más libre, adaptada al gusto burgués, la prensa y el libro popular. Aun así, la formación académica siguió siendo la base de muchos artistas, incluso de aquellos que acabarían rompiendo con sus reglas.
Legado de los ilustradores académicos
Hoy en día, el legado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de los ilustradores académicos del siglo XVIII y XIX sigue siendo visible en múltiples ámbitos: desde la formación artística hasta la conservación del patrimonio visual.
La metodología de copiar modelos, estudiar anatomía, dominar la perspectiva y respetar la línea clara sigue presente en muchas escuelas de dibujo. Al mismo tiempo, los fondos documentales y visuales de la Academia permiten reconstruir la historia de la ilustración española desde una perspectiva institucional y pedagógica.
El ilustrador académico, con su mezcla de rigor, oficio y vocación didáctica, representa un momento clave en la historia del arte gráfico. Su figura permite entender la transición entre el arte artesanal de la Edad Moderna y las profesiones visuales contemporáneas. En última instancia, estudiar su papel es también reflexionar sobre el lugar del dibujo en la cultura y la educación visual de nuestra sociedad.
Fuentes consultadas:
-
VV.AA. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando: historia y proyección. Madrid, 2002.
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Biblioteca Nacional de España. Manual de dibujo en la España ilustrada. Catálogo digital.
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López-Vidriero, María Luisa. La imagen como saber. BNE.
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Catálogos históricos de la Academia de San Fernando y sus fondos gráficos.